jueves, 3 de diciembre de 2015

¿ Qué hora es por allí?


¿Recuerdas aquella serie a la que estaba tan enganchado?
Creo que era tu compañía lo que la hacía buena.
Se va a quedar a medias, como mi vida.

Estoy anclado en un capítulo que se repite,
despierto y no estás,
lloro sin lágrimas
y digo algo en voz alta sobre el fracaso.
Luego me masturbo,
nunca pienso en ti,
me da vergüenza manchar el amor.

Sin ti soy una abeja en una flor de plástico.

Lo jodido es cuando uno echa de menos
esas cosas que antes le ponían enfermo.
Tus retrasos, por ejemplo.
Ahora me visto y añoro hasta el dolor
de no tener que esperarte.
A veces, incluso, me siento en el sofá
y calculo de memoria cuánto tardabas
en alisarte el pelo,
o en colocarte tres vestidos
para acabar poniéndote el de siempre,
solo entonces salgo a la calle.
También es sin ti,
pero el reloj no lo sabe.

De vez en cuando le doy al play a mi vida
y te quedas tirada en mitad del destino
y vivo sin ti y muero por otra
y ensucio tu nombre con otra saliva
o hinco mis piernas al sabor de otras olas.
A veces sonrío aunque no lo creerías,
o canto en la ducha y le bailo al espejo
y digo te quiero después de un orgasmo
o hago promesas que no cumpliría,
a veces parece que tú no existieras.

Luego rebobino y apareces de nuevo.
Pidiendo disculpas,
rogando una copa,
diciéndome aquello de amor para siempre,
jurando que nunca te irás de mis labios,
dejando tu olor pegado a mi cuerpo,
lamiéndome heridas que llevan tu nombre.

Yo le doy al pause antes del te amo
y vivo una vida que ya no es la mía.

No se puede evitar lo que nunca se olvida.

Por eso estoy aquí, sentado en el sofá que tú misma elegiste,
con toda la impaciencia que me cabe en el pecho,
vestido de idiota para el cumpleaños de Ainara
fingiendo que aún vas por el segundo vestido,
el cabello rebelde
y un espejo farsante.

Y que vamos a llegar tarde, como siempre.